Hay problemas reales en el mundo y puedo enfrentarlos solamente cuando tengo en claro lo que siento y lo que quiero hacer. Cuando me encuentro en un conflicto me identifico en parte con mis propios sentimientos y deseos y en parte con fantasías que entran en conflicto con ese darme cuenta: ideas acerca de lo que debiera ser, expectativas catastróficas, miedo de lo que los otros van a hacer, etc. Muchas de mis comunicaciones y actividades están dirigidas hacia mi en vez de estarlo hacia el mundo. En la medida que hago eso me vuelvo inmaduro, autista y aislado de los otros. Mi energía se divide y entra en oposición, de modo que hay muy poca energía disponible para mis enfrentamientos con el mundo real. Cuando participo en conflictos externos antes de haber solucionado los conflictos dentro de mí, tan sólo ocasiono más conflictos, tanto dentro como fuera de mi.
Mientras siga creyendo que mi conflicto es sólo con algo o alguien fuera de mi, puedo hacer muy poco, salvo lamentarme, tratar de cambiarlo o destruirlo. Cuando me doy cuenta que mucho del conflicto está dentro de mi, entonces puedo acometer algo mucho más productivo. Puedo hacerme responsable de mis propias dificultades y dejar de culpar al mundo por problemas estrictamente míos. Puedo intentar descubrir más acerca de estas partes diferentes y conflictivas de mi mismo, identificarme con ellas y aprender de ellas. El primer paso es llegar a darme cuenta de la actividad autista que sucede en mi mente o vida de fantasía. El próximo paso es dirigirlo hacia afuera, de modo que la actividad autista yo-a-yo se convierta en la actividad racional yo-a-otro. Mientras dirijo esta actividad hacia el mundo puedo descubrir para quién estaban realmente destinados esos mensajes o de dónde provenían.