T odas las personas, en algún momento de nuestras vidas, sufrimos algún tipo de situación traumática. Las hay muy duras (la muerte de un hijo, una enfermedad grave o ser víctima de un atentado, por ejemplo), pero algunas más “simples” y cotidianas como perder el trabajo, tener problemas económicos o terminar con una pareja también pueden ser motivo para que una persona se venga abajo y acabe pensando que su vida no tiene sentido. Sin embargo, cada individuo tiene la capacidad inherente de afrontar las adversidades y sobreponerse a ellas , así como de adaptarse a la nueva situación que se genera. A esto se le llama RESILIENCIA . Cuando se habla de que una persona es resiliente, no quiere que decir que esta carezca de sentimientos, o que sea incapaz de sentir malestar o dolor emocional ante una dificultad; realmente significa que, tras un tiempo de dolor, incertidumbre e inseguridad, tiene la capacidad de sacar la suficiente fuerza para continuar con su vida. Pero no es