Todas las personas, en algún momento de nuestras vidas, sufrimos algún tipo de situación traumática. Las hay muy duras (la muerte de un hijo, una enfermedad grave o ser víctima de un atentado, por ejemplo), pero algunas más “simples” y cotidianas como perder el trabajo, tener problemas económicos o terminar con una pareja también pueden ser motivo para que una persona se venga abajo y acabe pensando que su vida no tiene sentido.
Sin embargo, cada individuo tiene la capacidad inherente de afrontar las adversidades y sobreponerse a ellas, así como de adaptarse a la nueva situación que se genera. A esto se le llama RESILIENCIA.
Cuando se habla de que una persona es resiliente, no quiere que decir que esta carezca de sentimientos, o que sea incapaz de sentir malestar o dolor emocional ante una dificultad; realmente significa que, tras un tiempo de dolor, incertidumbre e inseguridad, tiene la capacidad de sacar la suficiente fuerza para continuar con su vida. Pero no es fácil, y no consiste en que una persona tenga o no tenga resiliencia, sino que comprende determinadas conductas y formas de pensar que pueden aprenderse y desarrollarse. Un individuo puede ser, genéticamente, más vulnerable a la hora de enfrentarse a una situación adversa, pero puede ser resiliente si ha crecido en un ambiente propenso a ello.
Las personas más resilientes tienen un modo de pensar más exacto, realista y flexible, además de ser menos proclives a sacar conclusiones precipitadamente o exagerar. Además, comparten tres características principales:
- Aceptan la realidad como es.
- Creen que la vida tiene un verdadero sentido.
- Poseen una enorme capacidad para mejorar.
De este modo, y al igual que el Ave Fénix resurge una y otra vez de sus cenizas, los seres humanos somos capaces de dejar esas tragedias atrás, aprender de ellas y salir fortalecidos. Sin embargo, la familia, la escuela y la sociedad cumplen un importante papel a la hora de que una persona sea más o menos resiliente.
BENEFICIOS DE SER RESILIENTE
Ser resiliente ayuda a saber identificar las causas de un problema(para que así no se repita en el futuro) y a controlar las emociones y los impulsos ante situaciones de crisis. Asimismo, el individuo resiliente tiene un optimismo realista, con una percepción positiva de su futuro y la idea de que controla su vida, además de que le brinda la capacidad de saber buscar nuevos retos y oportunidades para lograr una mayor satisfacción vital.
Por otra parte, las personas resilientes son sinónimo de buena salud (y no solo física, claro): poseen una mejor imagen de sí mismas, se autocritican menos, tienen más éxito en los estudios o el trabajo, tienen un mayor satisfacción con sus relaciones y son menos propensas a sufrir depresión.