Hoy he leído una de esas miles de frases que van de aquí para allá por este inmenso universo que es Internet. Y ésta me ha llamado la atención especialmente. Decía: “la vida es demasiado corta para aprender alemán”. Y he esbozado una sonrisa, pensando, “pues sí, qué gran verdad”.
La vida es demasiado corta para demasiadas cosas. Cosas que se nos van apareciendo por el camino, que se nos abalanzan sobre nuestras vidas de forma inesperada. La miopía de la vida no nos deja ver que tras ese fondo borroso, esas cosas, no están en nuestro futuro. No deberían estarlo. En la turbulencia caótica de un presente lleno de pasados y futuribles quizá las veamos como necesarias, como ineludibles. Están ahí, y debemos amoldarnos, aceptarlas, padecerlas. Exactamente lo que pasa con esa frase con todo el sentido cómico pero con tanta verdad tras éste. El alemán, como cabeza de turco de esta reflexión, parece desde hace unos años imprescindible, necesario, útil, como una maldición impuesta a aquellos que en su vida se plantearon gastar sus horas en este mundo aprendiendo ese idioma, que ni les gusta, que lo padecen, que lo detestan. Pero que creen que deben aprenderlo, en vistas a sabe Dios qué futuro. Ese mismo futuro que ven borroso en la distancia, un futuro donde seguro que algo que les amarga no debería estar ahí. Un futuro que no pide un presente de condena. Y si lo pide, que le den a ese futuro.
Y, como nuestra cabeza de turco, nuestras vidas están llenas de situaciones de “compromiso”, personas, y hasta libros y películas en las que no debemos emplear ni un segundo de nuestro tiempo. No malgastes tu tiempo en leer una novela que te resulta infumable, pesada, cansina, por mucho que te la hayan recomendado todos esos que se las dan de Nobel de literatura marcando tendencias literarias. Lee para disfrutar, y olvídate de lo demás. No malgastes tu tiempo en cine que no te hace sentir, que no te hace vibrar de alguna manera, del que tu lado emocional no aprende nada ni saca nada claro aparte de bostezos y movimientos incómodos en la butaca o el sofá. Lárgate, o cambia de canal, ese cine no es para ti, por mucho que de nuevo tus conocidos nominados al Óscar ese año te digan que es la mejor película de todos los tiempos. Si para ti no la es desde el minuto uno, cambia y ponte una de esas con las que tu te ríes, con las que tu lloras, con las que tú, y aunque sea sólo tú, sientes.
No malgastes tu tiempo en situaciones en las que no quieres verte envuelto. Vete. Si estás en una de esas, vete, corre, y cuanto más puedas mejor. Olvídate de lo que pensarán, de lo que creerán. Simplemente lárgate. Allá aquellos que siguen viviendo situaciones que no son las suyas. Vidas que no son sus vidas, sino las creencias y pensamientos de otros. Si esa estampita familiar te apesta, lárgate. Si esos amigos con los que no tienes nada que ver te irritan, lárgate.
No malgastes tu tiempo con personas de las que no quieras rodearte. El mundo, por suerte, está lleno de buena gente. Hay personas muy buenas por ahí, con quienes tomar una cerveza es un placer. Es un placer aprender escuchándolos, dialogando, riendo, y discutiendo con pasión pero humildad, sin fobias ni subidas de tono o ataques personales innecesarios, sin inquisiciones, gritos, irritantes palabras que queman el el ánimo y despiertan iras y odios que no te harán nada bueno ni a ti a los tuyos.
Rodéate de personas amables, de personas cálidas, de esas que con sus gestos te hacen sentirte mejor. Lárgate cuando te topes con una de esas personas que se han envenenado por sus complejos, su orgullo, sus limitaciones, sus sentimientos oscuros hacia ellos mismos y hacia todo. No malgastes tu tiempo con personas envenenadas que no quieren cambiar y que sólo buscan esparcir su veneno y hacer compañeros de su infelicidad a los demás. Deja que mueran poco a poco en su propio veneno. Deja que terminen solas. El mundo, tu alrededor, está lleno de buenas personas que hacen las vidas más felices a los demás. Sé una de esas personas, de esas con las que pasar un rato es una experiencia agradable.
No malgastes tu tiempo. La vida es demasiado corta para aprender alemán.